Antifa: el nuevo villano de Donald Trump
Impedido Donald Trump de señalar de cualquier cosa fea a los grupos supremacistas blancos, y mucho menos de calificar de racista al gobierno que preside, con el país en llamas era urgente buscar un culpable y a la luz de ese contexto durante las últimas semanas comenzó a sonar con fuerza en los medios de comunicación el movimiento Antifa (contracción de Anti Fascista), un conglomerado que si bien es cierto tiene un prontuario violento, también hay que reconocer que no es tan largo ni tan escabroso como el de otros grupos realmente de exterminio dentro de EEUU.
La cacería comenzó oficialmente el pasado 31 de mayo, cuando en una movida que algunos analistas califican simplemente como politiquería, Trump amenazó por Twitter a este movimiento con incluirlo en la lista negra de los grupos terroristas. De hacerlo, sería la primera organización estadounidense en ingresar a ese conteo, y peor aún, dado lo inédito del asunto, no habría ni ley para regular su situación. El 9 de junio volvió a arremeter contra el movimiento acusándolo de haber armado un montaje para desacreditar a la policía.
Rock vs Rock
Los grupos antifascistas nacieron en Europa al calor del auge del propio fascismo, en la década de 1920, tomando cuerpo con Hitler y Mussollini en el poder en Alemania e Italia, respectivamente.
En Estados Unidos la historia es mucho más corta pero respondiendo al mismo patrón doctrinario. Específicamente el grupo Antifa nació en Minessotta, la misma ciudad donde la policía asesinó a George Floyd en marzo pasado. Se trataba de un colectivo cercano a las ideas anarquistas surgido en el seno de la escena nocturna del punk en esa ciudad. Antes de llamarse Antifa se les conocía como ARA, siglas de Acción Antirracista en inglés. Antagonizaban con otro grupo también cercano a la movida roquera pero ideológicamente opuesto: los “skinheads” (cabeza rapada) de extrema derecha.
Los “skins” nacieron en 1969 en el Reino Unido en oposición al movimiento hippie. Su cabeza rapada y su vestimenta que evocaba a la estética obrera trataba de hacer llegar un mensaje contrario a la actitud pacífica y despreocupada de los hippies, quienes antes bien deleznaban del trabajo como valor. No obstante, no siempre fueron de extrema derecha, de hecho, todavía en la actualidad no todos los skinshead los son. Solo una fracción de ellos se radicalizó con inclinaciones neo nazis y neo fascistas.
Para conocer la historia de los “skins” está buena la película American History X (Tony Kaye, 1998), protagonizada por Edward Norton, que cuenta la historia y redención de uno de sus miembros. Hay muchas otras referencias cinematográficas a este movimiento. En cuanto a Antifa, está el libro Antifa: The Anti-Fascist Handbook (2017), del norteamericano Mark Bray, de donde provienen las referencias aquí citadas.
La guerra entre Antifa y los skinheads de extrema derecha, que es a muerte, sigue vigente y constituye la eterna pugna entre la izquierda y la derecha llevada a las calles, a la acción directa y a la violencia pandillera, con un sustento ideológico que es tan antiguo como la sociedad moderna. Pero los “skin” no son los únicos enemigos de Antifa, y hoy en día no son ni de cerca los más notorios. En la actualidad los Antifa adversan a organizaciones de extrema derecha tan antiguas y posicionadas como el Ku Klux Klan y otras células neonazis. En cuanto a sus alianzas, Antifa es cercano a gente como Black Lives Matter y el movimiento Occupy Wall Street.
Los Antifa estuvieron largos años casi en silencio, apenas haciendo presencia en algunas manifestaciones pequeñas y acciones de calle muy puntuales, pero desde 2017 viven una nueva etapa y han hecho mucho ruido debido a su marcada oposición al gobierno de Trump, participando activamente en movilizaciones tanto pacíficas como violentas para mostrar su rechazo al crecimiento de los grupos supremacistas blancos que son amparados por la actual administración republicana.
Debido a su organización nada orgánica, los Antifa no tienen líder, no tienen estructura y tampoco vocero conocido. Se trata solo de un nombre que agrupa células autónomas, eso sí, extendidas ampliamente por todo Estados Unidos.
Se visten de negro al mejor estilo de los punquetos (aquí en Venezuala les diríamos “comegatos”) y usan una bandera blanca y roja, igual que gran parte de los antifascistas del mundo. Son anti Estado, anti racistas y anti homofóbicos. Creen en la violencia como única respuesta a los violentos, la califican como “en defensa propia”. Es decir, para ellos la violencia más brutal es la que ejerce la derecha extrema al cercenar derechos de grupos humanos, y creen que a esas acciones solo se les puede contestar y combatir con la misma arma, la violencia. Aún así la mayoría de sus acciones son movilizaciones pacíficas. Eso sí, tampoco creen en la búsqueda del poder ni en las plataformas institucionales para lograrlo. Su filosofía parece estar condensada en la frase “Buscando una nueva forma de vida”, que usan como biografía en una de sus cuentas de Instagram más conocidas @its.going.down, que es a su vez una de sus páginas web más consultadas.
Justamente allí, en www.itsgoingdown.org manifiestan su solidaridad con la revolución en Venezuela y se oponen frontalmente a la intervención militar norteamericana en el país. Se han movilizado públicamente para hacer notorio este clamor.
La culpa siempre es de la izquierda
La ley federal estadounidense asume que siempre los grupos terroristas son extranjeros o al menos que tienen “vínculos internacionales”. No existe precedente en su historia y no hay nada consagrado en su ordenamiento jurídico sobre grupos terroristas domésticos. Adicionalmente, la designación de Antifa como terrorista, dicen algunos analistas, contravendría un texto que los norteamericanos toman muy en serio, su Constitución, específicamente en su primera enmienda, referida a la libertad de expresión, de culto y de reunión.
Sin embargo, el anuncio de Trump no fue una idea inédita. En 2017, cuando Antifa participó activamente en disturbios ocurridos en Charlottesville respondiendo a las acciones de grupos neonazis y ultranacionalistas contrarios a la propuesta de derribar la estatua de un esclavista, una petición en change.org recibió más de cien mil firmas que justamente pedían a Trump que calificara a Antifa como terrorista, así que es un tema que ya ha estado sobre la mesa.
Como contraparte, la revista Rolling Stone consideró que el anuncio era una “bofetada en la cara” para quienes piden esa misma designación, pero para los grupos supremacistas blancos, que perpetraron en 2018 más de 40 asesinatos, mientras que a Antifa no se le ha registrado el primer muerto.
El analista político Peter Wade escribió en la revista Rolling Stone un artículo en el cual tan solo concluye que “debemos entender este movimiento de Trump como lo que es: un descarado intento de cambiar la dirección de la culpa hacia la izquierda”. Algo normal en un país donde la palabra “comunista” se usa como insulto.
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